
Mitad comedia negra sobre la estupidez reinante en Estados Unidos, mitad parodia sobre los filmes de intrigas (aunque bien lejos de El Gran Lebowski), Quémese después de leerse es un filme a todas luces desnivelado, que vuelve a mostrar varios de los defectos de estos creadores reseñados más arriba, a pesar de que los Coen intentan aquí tomarse el pelo hasta a sí mismos. Acompañados nuevamente de algunas de las máximas estrellas de Hollywood, con Brad Pitt y George Clooney a la cabeza, los Coen presentan un elaborado mecanismo que gira alrededor de las memorias de un ex agente de la CIA, Osbourne Cox (John Malkovich), que por casualidad caen en manos de dos ineptos profesores de gimnasia (Pitt y Frances McDormand, caricaturizados al máximo), que no tienen mejor idea que tratar de chantajear al supuesto espía. Claro que todo saldrá al revés, y los enredos se empezarán a multiplicar hasta convertirse en una gran bola imparable, capaz de alcanzar a la propia agencia de inteligencia. Entre otros, aparecen un ex custodio (Clooney) que aprovecha cada viaje de su mujer, autora de libros infantiles, para reunirse con su amante (que es la esposa de Osbourne Cox), un grupo de investigadores la CIA que intentan descifrar el entuerto y hasta funcionarios de la embajada rusa. Todo parece servir, empero, solamente para reírse de estos patéticos personajes, uno más estúpido que el otro, por más que la obra contenga varios comentarios sobre el estado cultural y político del norte, aunque demasiados lavados. Y si bien hay varios pasajes logrados (y aunque ya sea la obra comercialmente más exitosa de los Coen) el filme se convierte a fin de cuentas, y en la mejor de sus interpretaciones, en una gran broma interna de sus creadores y protagonistas, que difícilmente tenga alguna relevancia para el mundo fuera de Hollywood. Una lástima, porque significa que los Coen han vuelto a cerrar su mirada para dedicarse a mirar sus pupos.
Martín Iparraguirre
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