sábado, 18 de septiembre de 2010

El dolor de las madres como experiencia transformadora

La presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo visitó ayer nuestra ciudad e hizo un repaso de la historia de la entidad defensora de los derechos humanos, y habló sobre cómo hicieron para sobrellevar la pérdida de un hijo y continuar luchando por un país más justo


La lucha contra el olvido es palmo a palmo y sin descanso para aquellas casi inagotables madres y abuelas de plaza de mayo. ¿Cómo hicieron para resistir ante tanto dolor, indiferencia, e injusticia sin perder el sentido por la vida misma? ¿Cómo transformar el dolor en un lugar de construcción y de transformación social?

Acompañada por Sara
Mrad, quizás la integrante más joven de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini no se cansa de decir que donde había un manto de oscura tenebrosidad, pusieron luz y vida a la historia.

“Cuando nos llevaron a los hijos no soñábamos ni pensábamos que no los íbamos a encontrar, por lo tanto fuimos pasando un tiempo importante buscando y ya nos pasaron el informe sobre los campos de concentración, esa cosa tan terrible que uno no quería creer que existían. Costó mucho tiempo, nos costó mucho a las madres creer o pensar que los hijos no iban a volver”, recordó Bonafini,

Y es que es claro como el agua, los vínculos nunca mueren y menos el amor de una madre que evoca a sus hijos en cada acción que realiza: “Nosotras todos los jueves nos encontramos con nuestros hijos en la plaza”.

Lejos de apabullar el compromiso político de estas mujeres, las desapariciones dejaron tras de sí una enorme responsabilidad social que les ha permitido desde reivindicar el pedido de justicia ante los tribunales, hasta fundar la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo; y continuar llevando su mensaje a través de espacios de comunicación propios como lo es el programa “La Clementina”, transmitido todos los jueves por Telefé.

Socializar la maternidad

Bonafini relató cómo las madres no podían desprenderse de las fotos de sus hijos, no podían desvincularse de su dolor individual para unirse al reclamo colectivo; lo cual en palabras de la narradora implicaba “socializar” la maternidad.

“A muchas también les costaba la socialización de la maternidad, y eso también tiene que ver con la salud mental; es como dejar el hijo. Tuvimos que hacer muchas charlas con las madres para que se dieran cuenta que ese hijo le había dejado a ella un milagro, una responsabilidad de todo lo que él pensaba. Socializar la maternidad no es una cosa aparte, entonces les enseñaron lo que era la solidaridad. Cómo era estar siempre con el otro, ocupándose del otro sin pensar en el propio hijo. Y empezamos a mostrarles el lugar donde habían desaparecido 300 personas que no estaban en la lista, ¿quién va a pedir por esas familias?”
En un claro ejemplo de lo que ha significado la persistencia y lucha de las Madres de Plaza de Mayo, concluyó: “Hemos aprendido a mojar el pañuelo con bicarbonato, a tener una camiseta para empapar en una fuente y envolvernos la cabeza, aprendimos a tirarles bolitas a los caballos para que se caigan los milicos. Aprendimos las cosas igual que los chicos, algunas más o algunas menos, por el amor inmenso que les teníamos a nuestros hijos y por el grado de responsabilidad que habíamos asumido para hacer lo que ellos querían y retomar la idea de un país más justo”.

Por último, la titular de la asociación pidió a los jóvenes que “luchen y hagan política”, a su vez que señaló la necesidad de “decirles a los políticos que son ellos quienes tienen que hacer cosas por nosotros”. Todo un ejemplo de resistencia. 

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