lunes, 10 de noviembre de 2008

La condición humana

El fin de semana pasado hubo cinco estrenos de cine independiente, pero lo mejor estuvo en el Teatro Córdoba, que finalmente exhibió el celebrado filme de Julian Schnabel La escafandra y la mariposa, además de La visita de la banda, otro muy recomendable filme de Eran Kolirin, estrenado simultáneamente en los videoclubes. Ganadora del premio al mejor director en el Festival de Cannes del año pasado, candidateada a varios premios en los últimos Oscar, La escafandra y la mariposa pertenece a un subgénero decididamente incómodo, que suele caer en todo tipo de excesos por más que sus temas impliquen complicados planteos éticos y morales para su puesta en escena. Hablo de los típicos melodramas sobre personas discapacitadas (ver Mar adentro, Mi pie izquierdo o Forrest Gump), que suelen despertar una adhesión tan inmediata como irreflexiva, ayudados por sus mismos mecanismos de manipulación emocional. Pero La escafandra y la mariposa sorprende justo allí donde uno podría esperar el golpe bajo: su tono es decididamente sobrio y riguroso, por momentos se permite recurrir a un humor corrosivo y escéptico, y por lo menos en su primera mitad se juega por una apuesta formal tan arriesgada como lúcida, capaz de introducir directamente al espectador en la mente y el cuerpo del protagonista. Que en este caso es el célebre periodista y bon vivant Jean-Dominique Bauby (interpretado por el francés Mathieu Amalric), un conocido editor de la revista Elle, que en 1995 sufrió un accidente cerebro vascular que lo dejó absolutamente inmovilizado, con la única excepción de su ojo izquierdo, aunque con su conciencia en perfecto estado. Apostando a una cámara subjetiva que se ubica en ese único ojo con motricidad, Schnabel no sólo logra ubicarse en el punto de vista del protagonista, sino que también consigue convertir sus limitaciones en virtudes, recurriendo a un conjunto heterogéneo de recursos (voz en off para reflejar sus pensamientos, diferentes flashbacks y alegorías visuales para completar el relato) que consiguen reflejar en primera persona la increíble odisea que vivió Bauby en su lucha para comunicarse con el mundo exterior. Que lo haga sin recurrir a sentimentalismos baratos ni a golpes bajos destinados a “emocionar” al espectador, confirma el verdadero interés de Schnabel por su protagonista, que a partir del parpadeo de su ojo izquierdo logró publicar un libro contando sus experiencias en ese encierro, titulado precisamente La escafandra y la mariposa. Si bien en la parte final del relato el film de Schnabel se vuelve más convencional, apostando incluso por algunos tópicos típicos de los melodramas (las relaciones familiares, el crecimiento espiritual del protagonista, la sabiduría reflejada en frases célebres), el filme no deja de perder su indiscutible nobleza, acaso porque nunca le deja de ser fiel a su protagonista, un hombre que en el abismo de su existencia apostó por la vida y consiguió ganar. Claro que, para verlo, el lector deberá buscarlo próximamente en su videoclub amigo, ya que el filme no se estrenó en las carteleras comerciales de la ciudad.

Martín Iparraguirre

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